28 septiembre 2006

Maitane.Conversaciones I

Recuerdo aquella sonrisa una vez mas. Recuerdo como miraba todo lo que ocurría a su alrededor. Aquella inquietud ante cualquier cosa a su alcance. Recuerdo sus pies menudos y descalzos, aquella forma de andar, lenta, pausada, tan rítmica. Son tantos recuerdos los de aquella vida pasada. Mil más de los que puedo recordar en este momento. Uno de los mas cercanos en mi mente, por su intensidad fue aquel beso, con labios infantiles pero tan perfectos que quemaban la piel, diseñados por un mano divina para besar.

Todo empezó con un por qué, como casi todas las conversaciones que teníamos. Me hacia sentir a veces tan mayor y a veces tan niño… ¿Por qué le caen gotas de los ojos a la gente? Me desconcertó aquella pregunta. El día era cálido, aunque el cielo estaba nublado. Me sorprendió porque realmente nunca la había visto llorar. Era cierto, jamás la había visto derramar una sola lágrima. Por extraño que pareciera nunca había llorado delante de mí. Había estado a su lado mientras desaparecía de su lado casi todo lo que quería, y estúpido de mi nunca había echado en falta sus lagrimas. Porque cuando estas triste se te derrite el alma. Se llama llorar. Me miró extrañada. ¿Y a mi por qué no se me derrite el alma cuando estoy triste? ¿No tengo alma?. Claro que si preciosa, claro que si. Pero hay gente especial que tiene el alma muy fuerte y que por eso no llora. Seguro que tu eres una de esas personas. ¿Soy especial? ¿Crees que soy especial? Claro que eres especial. Solo tienes que mirarte en un espejo. Fíjate, tienes mas pecas que nadie. Eso te hace especial.

Se quedó callada, pensando. Yo sabía que estaba masticando otra pregunta. Yo caminaba despacio a su lado, agarrando su mano menuda, pensando en cual podría ser su siguiente pregunta. Intuía por experiencia que era inútil. Siempre me preguntaba cosas inesperadas. La compre unos caramelos en una de esas confiterías que tienen los dulces en unas bolas de cristal. Al segundo caramelo se quedó quieta. Me miró. Tú no tienes pecas y eres especial, ¿por qué eres especial? De nuevo sin saber que contestar. Tu me haces especial. Aquello la hizo sonreír, respiro profundamente, miró al frente con decisión y comenzó a andar tirando de mí. Vamos, que se hace tarde y tienes que tomar tu medicina. En efecto se hacia tarde. Pero se equivocaba en mi tratamiento. Cada paseo con ella hacia mas por mi lastimoso corazón que aquellas estúpidas pastillas.

Entramos en el frescor del portal. Aquella sensación pareció reavivar su curiosidad. Si tu sabes tanto, ¿no será qué me haces especial tu a mi? No creo, yo lloro muchas veces. Entonces, ¿llorar es malo? No es malo. Pero si lloras mucho quizá algún día se te gaste el alma. No voy a llorar nunca. Nunca voy a estar triste, ¿por qué tu no te vas a ir nunca, verdad? No, no me iré nunca. Me hizo un gesto con el dedo para que me acercara. Cuando me agaché a su altura me miró a los ojos. Aquellos ojos marrones ardían. Se acercó y me quemó la mejilla con aquellos labios suaves. De nuevo miró al frente. Y subió las escaleras. Tardé unos segundos en reaccionar. Volvió a mencionar que debía tomar mi medicina. La miré dar un paso y otro detrás. Arrastrar su muñeca de trapo por las escaleras.

Hoy sigo tomando aquellas pastillas para mi cada vez mas envejecido corazón.

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