Llego la hora de cerrar los ojos, de permitir a la oscuridad hacer su papel mientras que se cierne, como siempre, sobre todos los ángulos de mi piel. De dejarme atrapar por el sobre de tela para buscar un falso viento y consentir, que mi noche sin sueño, resulte ser nada en lo absoluto. De dejar que las plumas de la eternidad toquen mi cara como si fueran una sombra negra, como si fueran un gran pájaro negro que solo desea exterminar mis mariposas, mientras que se entretiene posando sus nítidas alas sobre mis mejillas. De abandonarme con los olores que se prenden tras la caída del sol, de bañar mi lengua en aguas saladas, de cerrar las persianas y vivir una enajenación mental, de pasar de la sala de espera al salón, de repasar el ayer y esperar en el quicio de la puerta al mañana.
Bienvenida tiniebla, tan fiable como siempre, tan puntual como nunca.
28 julio 2006
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