Miro el reloj, y no veo qué hora es,
sólo siento el tiempo pasar
imprimiendo
en cada uno de mis poros
la, tan necesaria a veces, textura de la rutina
del saber estar y no estar nunca
del no saber querer y querer con desgana
y de las alas que se pierden
a consecuencia de la desidia
que corretea por mis venas
y juguetea sin parar de incordiar(me).
El camino cada vez se aleja más
de mis pies
y ahora a mí no me da la gana
de hacer camino al andar.
No quiero, no me apetece,
no,
no me da la (mala) gana.
Y, ¿qué si no existes?,
pensándolo bien no entiendo que te pueda extrañar
si nunca has existido...
pero a veces pasa que echo de menos.
Y a veces también pasa
que me vuelve a dar igual.
Es difícil seguir, pero sigo.
Es difícil, porque miro el reloj
y no veo qué hora es,
sólo siento el tiempo pasar
imprimiendo...
20 octubre 2007
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